¿Cómo vine a parar a Alemania?

Este es un relato un poco modificado y actualizado de una historia propia que escribí hace algún tiempo y que se ajusta de forma adecuada a las intenciones de este blog. Aquí va:

Desde hace 11 meses vivo en Bonn, al occidente de Alemania. Muchas veces he abierto los ojos, he mirado a mi alrededor, me he concentrado en cada cosa pequeñita que hay en mi cuarto, he caminado hacia mi gran ventana y me he asomado a través de ella. Mirando la calle, que por estas épocas se colorea con un verde intenso (otrora naranja, gris o rosa), he pensado, ¡¿qué hago aquí? ¿Cómo vine a parar a Alemania?!

Que rico!Yo y dos amigos colombianos en un domingo de „frijolada“, un plato típico de mi país.

En la universidad tenía una amiga enamorada de Alemania. Ella tomaba clases de alemán y elogiaba muchos aspectos dentro de la cultura que estudiaba. De hecho, una vez contó una experiencia que yo encontré “particular” (por no usar otro adjetivo): Siempre pensando en la puntualidad, mi amiga llegó un poco adelantada a casa de su profesora. Y cuando digo un poco es UN POQUITO, entre 5 y 10 minutos.  Su entonces profesora abrió la puerta, miró su reloj de pulso y profirió: “Por favor Alejandra, nuestra clase comienza en X (entre 5 y 10) minutos. Vuelva en el tiempo adecuado porque mi horario se organiza estrictamente y usted debe respetar mi tiempo”. Cada vez que oía a mi amiga pensaba que difícilmente encontraría descripciones e historias más alejadas de mis gustos personales (y al fin y al cabo ella tampoco comparte conmigo la vibración de piel y órganos al ritmo del bambuco, el currulao, y la salivación deliciosa al pensar en un mondongo con aguacate -ritmos y comidas tradicionalmente colombianas-), pero después de ese relato pensé: “¡Parece un alien, eso es locura!”. Así que por ese entonces no me gustaba el idioma, no tenía el mínimo interés por el país. Yo estudiaba portugués y me fascinaba desde su tonalidad musical hasta la forma en que era enseñado y la imagen que proyectaban mis profesoras (Hay que ser brasilero para tener esas maneras tan efectivas, didácticas e inesperadamente eficientes) y fuera de eso las posibilidades que consideraba eran las de aprender italiano o francés, idiomas estereotípicamente “bonitos” (vale aclarar desde el presente que no he cambiado mi opinión después de tener la oportunidad de ser expuesta los dos mencionados). El alemán por su parte no aparecía ni el último rayón de mi lista de posibilidades.

DSCN7518Buenas razones sí tenia para enamorarme de Brasil. En Pedra da Gávea, Rio de Janeiro.

Pero ahora estoy aquí, me doy un buena zambullida en la cultura cada día, con felicidad voy para mi clase cada mañana, con regocijo intento (junto con una buena dosis de vergüenza y de auto-exigencia) componer las frases simples que las expresiones de neonato recientemente aprendidas me permiten y he descubierto que lejos de ser aliens, los alemanes son solamente diferentes.

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M
is compañeros de maestría,
haciendo un BBQ en un día soleado de inicio de primavera.

Por cosas de la vida vine a parar aquí a este país, y no me queda más que aprovecharlo y esforzarme en aprender este idioma de origen germánico… en otras entradas intentaré compartir lo más difícil que el alemán tiene para mí.